Los veranos en la comuna eran vibrantes y llenos de actividad en los balnearios más concurridos, distribuidos a lo largo de Rauco. Uno de los lugares más visitados era el puente Cimbra, donde familias se reunían para escapar del calor. La orilla pedregosa se cubría de toallas y mantas, mientras los adultos tomaban el sol y vigilaban a los niños que disfrutaban del estero. La zona del puquio era el lugar favorito para lanzarse de chapuzón, ya que era la zona más profunda de esa parte del estero, además por el agua de vertiente, generaba un refrescante cambio de temperatura.
Pero no solo era un lugar de recreo, también se usaba en la vida diaria. «Teníamos que ir al puquio a buscar agua para la casa. Además, llevábamos la lana y la lavábamos en el río, donde la corriente misma la enjuagaba. Luego la dejábamos sobre las piedras, en la orilla, para que se secara. Cuando estaba lista la cargábamos de nuevo para llevarla a la casa.» – Dina, 66 años.
En algunas épocas del año, el río traía más agua y cambiaba el paisaje. «Cuando el río crecía, formaba una especie de playa de arena frente al puquio. Íbamos con Resorte a marisquear, y a veces llenábamos dos bolsas de feria. Luego, la abuela nos preparaba empanadas de choritos con lo que habíamos recogido.» – José, 39 años.
Otro lugar popular era el área cerca del puente El Maicillo, donde una escalera permitía descender hasta la “laguna”, rodeada de sauces y con aguas más profundas. Este sitio atraía a visitantes de toda la provincia. Uno de los sauces tenía una soga que colgaba sobre el agua, y los más valientes se lanzaban desde allí. La laguna, por su tamaño y profundidad, era ideal para quienes practicaban la natación.
«El lugar tenía sus rincones bien marcados: bajo el puente, la roca, la laguna chica y la laguna grande. El agua, pura y cristalina, no tenía nada que envidiar a los grandes ríos como Potrero Grande o Los Queñes; era realmente limpiecita.» – Guillermo, 35 años.
Durante la semana rauquina, el estero fue en escenario de competencias, agregando emoción y diversión al ambiente veraniego de la comuna. «En aquellos tiempos, el estero llevaba un buen caudal. Una vez, se hizo una competencia que comenzaba en Las Quebradillas (El Llano) y se llegaba hasta el Puquio del Puente Cimbra. Nos tirábamos en cámaras y, con los brazos como remos, nos deslizábamos por el agua.» – Fernando, 69 años.
Las competencias eran variadas y todos podían participar. «Para la semana rauquina se realizaban muchas actividades en el río. A veces, hacían balsas con cámaras y se tiraban desde la laguna de El Maicillo hasta el Puente Cimbra. También se organizaban gincanas o carreras de posta que comenzaban en el Puente Cimbra y terminaban en el Puente del Maicillo» – Clarita, 80 años.
Hoy, esos lugares ya no son lo que solían ser. El Maicillo ha dejado de ser un balneario y el Cimbra, lejos de la relevancia que tuvo en el pasado, permanece silencioso a la espera de que vuelva el puente. Sin embargo, siguen vivos en la memoria colectiva de la comuna, como un reflejo de aquellos veranos de antaño que unieron a familias y amigos, dejando huellas imborrables en la historia de cada rauquino.