A lo largo del Valle Central, y en particular en Rauco, se encuentran vestigios materiales que nos conectan con las culturas de los primeros habitantes de esta zona. Entre ellos destacan dos tipos de objetos líticos (de piedra) que suelen hallarse en campos, quebradas y sectores cercanos al agua: las piedras tacitas y las piedras horadadas. Aunque no se sabe con certeza para qué fueron utilizadas por los pueblos prehispánicos, existen distintas hipótesis al respecto. En este artículo, revisaremos algunas de estas hipótesis y abordaremos los hallazgos registrados en territorio rauquino
Las piedras tacitas
Las piedras tacitas son estructuras líticas con cavidades labradas artesanalmente sobre superficies rocosas expuestas. Estas cavidades pueden ser circulares, cónicas, elipsoidales o rectangulares, y se encuentran en diversos paisajes del centro de Chile, desde zonas cordilleranas hasta valles interiores.
Sobre el uso de estas piedras existen múltiples interpretaciones. Entre ellas se considera un uso funcional —molienda de vegetales, minerales o productos animales—, un carácter ritual o ceremonial, así como posibles funciones como puntos de paso o encuentro. Sin embargo, la ausencia actual de comunidades originarias vinculadas directamente a estos sitios dificulta conocer con certeza su significado original.
Uno de los primeros registros sobre piedras tacitas en Rauco proviene del historiador Tomás Guevara, quien en Historia de Curicó (1890) describe la Piedra de los Platillos, ubicada en Palquibudi, como un bloque de granito con varias cavidades superficiales. Guevara propone que podría tratarse de una mesa ceremonial tribal, donde cada cavidad representaría a un jefe de familia y la mayor al cacique, o bien una mesa doméstica para moler sal, maíz u otros granos.
En 1902, Alejandro Cañas Pinochet también describe una piedra similar, conocida como Piedra de los Platitos, en la misma localidad. Destaca su proximidad al río Mataquito y sugiere que, según la tradición oral local, existe una relación simbólica entre el dios de la piedra y la divinidad de las aguas. Como señala René León, probablemente ambos autores se referían a la misma piedra.
El investigador Clemente Mella sistematizó la presencia de piedras tacitas en la Región del Maule en dos publicaciones recientes, identificando tres sitios adicionales en Rauco: Quicharco, Los Alisos y La Palmilla. En Quicharco destaca una gran roca junto al estero La Palmilla, con más de mil cavidades talladas por percusión, en formas variables —conos o copas— que miden entre 2 y 4 centímetros de ancho y hasta 1,5 centímetros de profundidad. Esta piedra es especialmente relevante, considerándose parte del arte prehispánico del Maule. En Los Alisos se documenta una roca rosada, parcialmente enterrada, con seis tacitas dispuestas en dos grupos triangulares, más grandes y uniformes, de forma cónica y hasta 14 centímetros de profundidad. En La Palmilla se identificaron tres bloques graníticos con tres cavidades —dos bien definidas y una más superficial— también de forma cónica y cilíndrica.
Las piedras horadadas
La interpretación de las piedras horadadas ha sido objeto de variadas especulaciones arqueológicas desde el siglo XIX. Rodulfo Amando Philippi, en su estudio Sobre las piedras horadadas de Chile (1885), recopiló numerosas hipótesis sobre sus posibles usos —torteras, pesos de telar, lastres para redes, proyectiles de honda, ídolos, armas de guerra, instrumentos agrícolas, objetos de juego, elementos de molienda, martillos manuales e incluso adornos o monedas—, pero evitó adoptar una postura definitiva. Reconoció la diversidad en la forma y el contexto de estas piezas, concluyendo que resultaba imposible atribuirles una única función o significado.
René León Echaíz, en su obra Prehistoria de Chile Central (1976), propone una interpretación más profunda al identificar la existencia de la “Cultura de las Piedras Horadadas”, asentada en la zona central alrededor del 3000 a.C. Según León, estas piedras no cumplían una función práctica convencional, sino que tenían un carácter ritual y simbólico relacionado con la fertilidad de la tierra. Fabricadas en diversas formas y tamaños, se hallan principalmente en terrenos agrícolas, lo que sugiere que eran distribuidas en los campos durante la siembra, con la creencia de que su simbolismo favorecería una buena cosecha.
Sea cierta o no la tesis de León, en el ámbito local numerosos agricultores mencionan encontrar con frecuencia este tipo de piedras en sus terrenos. Por ejemplo, en conversaciones y entrevistas informales recogidas personalmente, un ex trabajador de la antigua Hacienda de Rauco relató haber recolectado cerca de un centenar de piedras horadadas durante labores de riego en un corto periodo. Asimismo, las cuatro piezas que actualmente se exhiben en el salón municipal, facilitadas por agricultores de la zona, dan cuenta de este patrimonio presente en Rauco.
Rauco conserva vestigios arqueológicos de gran valor, cuya presencia casi desconocida evidencia la necesidad de conocer y valorar nuestro patrimonio. En 2012, en el sitio Palquibudi, se hallaron cerámicas, artefactos líticos y un objeto metálico que sugieren influencias incaicas en antiguos habitantes de la zona. A esto se suman el descubrimiento de un cementerio indígena a orillas del Tilicura en 1958 y otro entierro en El Llano en los años noventa. Estos antecedentes refuerzan la idea de que nuestro territorio conserva una historia profunda, aún escasamente explorada, que merece ser investigada, difundida y resguardada con mayor convicción.
Referencias:
Cañas, A. (1902). La religión en los pueblos primitivos.
Guevara, T. (1890). Historia de Curicó.
León Echaíz, R. (1976). Prehistoria de Chile Central.
Mella, C. (2020). Las piedras tacitas de la Región del Maule.
Mella, C. (2023). El arte rupestre prehispánico del Maule.
Philippi, R. A. (1885). Sobre las piedras horadadas de Chile.