Los antecedentes arqueológicos que tenemos sobre los primeros habitantes de Rauco corresponden a lo que René León Echaiz denomina la «cultura de las piedras horadadas», llamada así por los numerosos vestigios que dejaron en nuestro territorio: piedras horadadas, piedras tacitas y otros objetos líticos que, durante décadas, han sido descubiertos por agricultores y parceleros al labrar la tierra. León Echaiz sugiere que este grupo humano llegó a poblar la zona central hace aproximadamente cinco mil años.
La evolución de estos hombres, mezclados étnica y culturalmente con quienes milenios antes poblaron las zonas costeras —conocidos como «hombres de los conchales»—, dio origen a lo que hoy conocemos como picunches. Este grupo no solo hereda la tradición de ambos pueblos, sino que también fue tempranamente influenciado por otras culturas del norte, como la Chavín, Tiahuanaco, los diaguitas y los atacameños. La palabra picunche, que en mapudungun significa «gente del norte», surge a partir de una clasificación territorial hecha por los propios mapuche al llegar desde la zona andina y expandirse por los valles del actual Chile. Por eso, esta denominación se adopta para referirse a quienes habitaron el valle central y, en consecuencia, también la actual comuna de Rauco.
Rag-ko (aguas de greda)
Con la llegada de los españoles, se registran las primeras descripciones de los habitantes de Rauco. Los cronistas mencionan una extensa ranchería indígena a orillas del estero Tilicura, cuyos pobladores dominaban la agricultura y la alfarería, y vivían en comunidades formadas por una veintena de chozas de carrizo. Estas comunidades estaban bajo el mando del cacique Tenu, cuyo territorio abarcaba desde Comalle hasta la confluencia de los ríos Teno y Lontué, en lo que hoy conocemos como Trapiche y Tricao.
El nombre Rauco proviene del mapudungun rag (greda) y ko (agua), por lo que su significado es aguas de greda o agua gredosa. Es importante precisar que no significa “tierra de agua gredosa”, como se ha traducido erróneamente durante años, ya que la inclusión del término “tierra” induce a interpretaciones incorrectas sobre su origen e identidad.
La encomienda de Rauco
Según relata René León, el cacique Tenu fue el único líder indígena curicano que participó en el Parlamento con Pedro de Valdivia en 1541. Allí, junto a otros caciques, firmó un acuerdo de sumisión que aseguró el dominio español sobre su territorio.
Tanto Tomás Guevara como el propio León coinciden en que no hubo resistencia significativa a los conquistadores en esta zona. De hecho, durante uno de sus viajes al sur, Valdivia ordenó establecer una posada en el pueblo de indios de Teno, lo que refuerza la idea de una temprana integración de estos territorios al control colonial.
Tras el acuerdo, en 1542, Pedro de Valdivia distribuyó 32 encomiendas en el territorio chileno, cuatro de ellas en la actual provincia de Curicó. Una fue la encomienda de Rauco, otorgada a don Santiago de Azócar y, tras su fallecimiento, heredada por su hijo, don Juan de Azócar.
Según León, esta encomienda no habría perdurado más allá de 1627. En ese año, un cambio en el curso del río Teno arrasó con el rancherío de Rauco, atravesando el poblado y provocando la muerte o huida de sus habitantes. La zona quedó despoblada y, tiempo después, las tierras fueron concedidas a don Fernando Canales de la Cerda, quien las rebautizó como Quiñanelén.
Con la abolición de las encomiendas, la hacienda se convirtió en el nuevo modelo de organización de la tierra en Chile. En Rauco surgieron grandes haciendas y latifundios, cuyo legado permanece no solo en los nombres de localidades, sino también en la forma de vida campesina que se consolidó durante este período. Esta etapa fue clave en la formación de la identidad rural rauquina, cuyos rasgos culturales perduran hasta hoy.
El Rauco que conocemos
Una crecida del río Teno destruyó la antigua iglesia de Tutuquén, lo que motivó su traslado en 1834 al actual territorio de Rauco, específicamente al sector conocido como «Alto de Pequenes», donde se mantiene hasta hoy. Esta decisión no fue casual: una década antes, el Arzobispado de Santiago ya había autorizado la creación de una “doctrina” en la zona. La construcción de la nueva parroquia comenzó en 1855 y, en torno a ella, fue creciendo la aldea rauquina, cuya población superaba las seis mil personas hacia fines del siglo XIX.
Con el objetivo de descentralizar el poder y mejorar la administración local en el país, el 22 de diciembre de 1891 se promulgó la Ley de Municipalidades, creando 195 municipios en todo Chile. Uno de ellos fue la Municipalidad de Rauco, que abarcó las subdelegaciones 12, Palquibudis, y 13, Rauco. Este acto marcó el inicio de la comuna de Rauco «moderna» y es la razón por la cual celebramos oficialmente nuestro aniversario en esta fecha.
Desde sus orígenes como caserío indígena de relevancia —de otro modo Valdivia no lo habría elegido como una de sus encomiendas—, Rauco ha transitado un largo camino hasta convertirse en la comuna rural y campesina que hoy conocemos.
Aunque queda mucha historia por contar, este es un primer intento de narrarla rigurosamente desde los hechos. No obstante, nuestra historia también debe surgir desde la memoria, esa que vive en nosotros, heredada de nuestros ancestros y de su lazo indisoluble con esta tierra. La invitación, entonces, es a atender los hechos, pero también a la herencia que compartimos y proyectarla hacia el futuro, como una comunidad unida por nuestras raíces.
Por Mario Moreno Rojas