
Rodeada de recuerdos, anécdotas entrañables y una memoria familiar marcada por la cultura, Francisca Correa, arquitecta e hija del poeta e hijo ilustre de Rauco, Carlos René Correa, abre las puertas de su historia personal para hablar de su padre: un hombre de letras, profundamente católico, provinciano de corazón y figura activa en la vida literaria chilena del siglo XX.
Las raíces literarias
Carlos René Correa nació un 18 de septiembre de 1912 y, como si el destino hubiera sabido lo que le tenía preparado, fue recibido en este mundo por la partera local “Ña’ Anastasia”, debido a que el caudal torrentoso del río Teno impidió que el médico de la familia pudiera cruzarlo para atender el parto. Desde el primer momento, el cruce entre una vida relativamente acomodada y la tradición campesina marcó su historia.
La vocación por escribir de su padre, nos cuenta Francisca, se forjó a partir de tres elementos: la tradición oral campesina, el acceso a una nutrida biblioteca familiar y la formación humanista que recibió en el Seminario de los Ángeles Custodios.
Correa creció rodeado de cuentos e historias relatados por los y las trabajadoras de su casa, mientras se tomaba mate junto al brasero. “Rauco, en esos años, cuando mi padre era chico, era un lugar lleno de historia, de transmisión oral, más bien como leyendas. Esta cosa como de los brujos de Vichuquén”, relata, afirmando también que posiblemente esa sea la principal fuente de inspiración de su obra literaria.
Por otro lado, sostiene que su padre tuvo un acceso temprano a la literatura y a grandes autores de la época. “Mi abuelo tenía una biblioteca grande. Estaba suscrito a revistas, no sé si de literatura o de cultura, en francés. Entonces, mi papá tenía acceso al libro desde muy pequeño”.
Más adelante, el ingreso al Seminario de los Ángeles Custodios terminó por articular ambos mundos: allí no solo recibió una educación humanista influida por la tradición católica, sino que también entró en contacto con una academia literaria dirigida por sacerdotes poetas, algunos de ellos reconocidos incluso fuera de Chile. Francisca cuenta que uno de ellos prologó su primer libro e hizo los grabados que lo acompañaban. Todo ese entorno consolidó su relación con la palabra escrita.
Una intensa vida cultural
La vida cultural de Carlos René Correa fue agitada y de gran alcance. Junto a su esposa, la escritora María Silva Ossa, entablaron amistad con grandes escritores y artistas de la época, muchos de los cuales frecuentaban su hogar. “En cinco minutos hice una lista de casi cuarenta”, dice Francisca, tratando de hacer memoria de las personalidades que visitaban su casa.
Entre las figuras más destacadas estaban Hernán Díaz Arrieta, influyente crítico literario mejor conocido por su seudónimo Alone; el Premio Nacional de Periodismo Luis Sánchez Latorre, conocido como Filebo; Andrés Sabella, perteneciente a la Generación del 38; el Premio Nacional de Literatura Juvencio Valle; José Miguel Vicuña, con quien Correa formó el Grupo Fuego; el también Premio Nacional de Literatura Miguel Arteche; el diplomático y Premio Nacional de Literatura Humberto Díaz-Casanueva; y el destacado investigador del folclor chileno Oreste Plath, cuya familia mantenía una estrecha relación con la de Correa, por lo que en ocasiones solían vacacionar juntos en Constitución.
Otra de las figuras que frecuentaba la casa de Correa fue Gastón Soublette, hoy reconocido filósofo y Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales 2023. Más joven que Correa, solía llegar cada viernes con su guitarra, vistiendo un poncho café y alpargatas.
También, Carlos René Correa se relacionó con los dos premios Nobel de Literatura chilenos. Al comenzar su carrera como periodista, conoció a Gabriela Mistral cuando ella regresó a Chile tras recibir el Nobel. En ese tiempo, necesitaba un secretario que le ayudara con los apuntes, y le ofrecieron la tarea a Correa, quien la acompañó durante su estadía en Santiago.
Respecto a Pablo Neruda, cuenta que mantenían una amistad a distancia: “Cada vez que publicaba un libro, le enviaba una copia dedicada a mi padre. Y cada vez que mi padre hacía los almuerzos del Grupo Fuego, Neruda le mandaba una nota diciendo que no podía estar, pero que los acompañaba”.
“Cada vez que mi padre hacía los almuerzos del Grupo Fuego, Neruda le mandaba una nota diciendo que no podía estar, pero que los acompañaba”
Grupo Fuego de Poesía
Fundado por Carlos René Correa y José Miguel Vicuña, el Grupo Fuego nació como una forma de apoyar a los poetas mayores que no contaban con recursos: “El sentido del Grupo Fuego era promover la obra de los poetas. Tener una cosa de gremio que se pudieran ayudar, promover las publicaciones y difundir la obra”, comenta su hija.
El Grupo Fuego organizaba almuerzos mensuales para lanzar libros y celebrar escritores. Correa, además, escribía artículos sobre estos eventos, los cuales se publicaban en periódicos.
Aunque la presidencia del Grupo Fuego rotaba, la mayoría de las veces Correa era elegido, ya que todos sabían que se dedicaría más que los demás. Francisca lo atribuye a lo importante que era para él: “Yo creo que cuando no fue presidente, estaba igual pendiente de cómo funcionaba. Lo sentía muy propio”.
También destaca que, en el Grupo Fuego, las ideologías no importaban. “Ahí entraban todos. No había credos, no había política, no había nada”. Lo que realmente los unía era la poesía. A pesar de ser un hombre profundamente católico, sus mejores amigos eran personas del Partido Comunista. “Era todo en función de la poesía. Ni siquiera la literatura: era poesía”.
Rauco y Biografía de una Aldea
“Rauquino, curicano, y después, por adopción, maulino. ¿Te fijas? Pero nunca dejó de ser eso. Y él siempre consideró que era eso. Y de ahí, toda la inspiración”. Así resume su hija la relación de Carlos René Correa con su tierra natal.
Su vínculo con Rauco fue profundo y constante. Cada primero de noviembre, viajaba con su hermano para visitar la tumba de su padre. Estos viajes eran su forma de mantener viva la conexión con sus raíces, visitando a familiares y amigos.
Este amor por su tierra también se refleja en su obra poética, especialmente en el libro Biografía de una Aldea. Francisca menciona que este libro fue muy significativo para su padre, aunque reconoce que también tiene otras obras importantes. Destaca la relevancia de Biografía de una Aldea por su enfoque en el rescate patrimonial, un tema que hoy cobra mayor valor con el énfasis en el patrimonio inmaterial y la identidad.
El título «aldea» le parece evocador, ya que representa una comunidad pequeña, unida por la cercanía entre las personas y con la naturaleza, a diferencia de las ciudades más grandes. Como ella señala, “cuando habla de la aldea, tiene que ver con el tamaño, con la relación entre las personas, con el paisaje, con la geografía”. Aunque el libro habla principalmente de Rauco, Francisca cree que también refleja la historia personal de su padre: “habla de él, pero habla también de la humanidad”.
Además, cree que, aunque su poesía parece referirse a lugares y cosas rauquinas, en realidad habla de algo más profundo. “Está hablando de la ruralidad, está hablando de la familia, está hablando de las tradiciones”.
El legado de Carlos René Correa
Francisca comienza recordando una definición que le parece especialmente acertada: Oreste Plath describió a su padre como un hombre “poético”.
Desde esa idea, explica que el legado literario de Carlos René Correa es “bastante completo”, ya que “tuvo una vida dedicada a lo poético en distintos niveles”. No solo fue poeta y prosista —“que es distinto”, precisa—, sino también antologista, crítico literario, Director de la Casa de Cultura de Ñuñoa y encargado del premio de poesía chilena Pedro de Oña.
Aunque su trayectoria abarcó múltiples facetas, todas, señala Francisca, “terminan en una. Y tiene que ver con la poesía”.